Estimados docentes: En Perú: fiestas COVID en distritos urbano-marginales, reuniones familiares en distritos de clase media-alta. En Estados Unidos: multitudinarias convenciones de motociclistas, “rallies” del Partido Republicano. En China: celebraciones masivas en piscinas. En España: bares y restaurantes abarrotados de público. Los resultados, a las dos semanas de cada evento, son siempre los mismos en estos tres países diferentes. Más contagios, aumento de muertes, rebrotes de coronavirus.
Por ello las medidas que restringen las reuniones sociales se justifican, más allá de que personas interesadas en “dinamizar” cuanto antes algunos negocios, comprensiblemente golpeados por el coronavirus, confundan a la opinión pública diciendo que prohibir reuniones de familias y de amigos “atenta contra los derechos fundamentales”. No es así. Nos duela lo que nos duela, es momento de cumplir las normas para ayudar a que este virus vaya menguando.
En cuanto al valor educativo de esta terrible situación global, los adolescentes de Secundaria están frente al mejor momento para que aprendan de manera intensa qué significa ser solidario, respetar la ley y actuar responsablemente con la comunidad en la que vive.
Nuestra vida, por lo menos en el lado occidental del mundo, se ha visto regida desde hace décadas por el consumismo y la diversión como las vías más directas para hallar la felicidad. En ese contexto, las fiestas sin límite son parte del éxito personal para muchos jóvenes. Antes de la pandemia ya eran un problema para ciertos sectores debido a los excesos asociados a estas actividades: música a altos volúmenes, consumo de alcohol y drogas, promiscuidades de toda clase, etc. Pero dentro de los márgenes de la ley y sin caer en esos excesos, irse de fiesta nunca ha sido algo malo.
Sin embargo, ahora eso cambia drásticamente con la enfermedad y, antes de satisfacer las legítimas aspiraciones de pasar un buen rato entregados a la farra o a la conversación grupal, en medio de tragos y canciones de moda, los seres humanos se ven obligados, incluso por la ley y la policía, a dejar eso de lado para evitar esparcir más un virus que mata a cientos de miles de seres humanos a diario, en el mundo. ¿Es tan difícil de hacer eso? En realidad no. Pero si un colectivo social siente que no es feliz porque no sale de fiesta cada fin de semana, puede convertirse en un motivo serio de frustraciones, depresiones y agresividad que, finalmente, se reflejará en las fiestas COVID y las reuniones de motociclistas, que van en contra de esas disposiciones que apelan a la responsabilidad cívica y el cuidado de la salud del prójimo.
EL LINK
https://news.un.org/es/story/2020/07/1477851
EL DATO
Un caso testigo
- Fuentes de la autoridad de salud local no especificaron ni fecha ni el total exacto de los asistentes del encuentro «para preservar la privacidad de los individuos», dijeron a BBC Mundo. Lo mismo sucede con otros datos en la cadena de contagios.
- El resultado de este encuentro familiar fue que 14 personas dieron positivo de COVID-19.
- Sin embargo, antes de saber que estaban contagiados ni mostrar síntomas de la enfermedad, las personas continuaron con su vida diaria normal, por ejemplo, ir a trabajar o de paseo a la playa con otras familias.
- Esto se tradujo en una cadena de contactos de persona a persona que terminó con el contagio de covid-19 en 41 individuos de nueve familias diferentes y ocho lugares de trabajo distintos, detallan las autoridades del condado de Catawba.
Fuente: BBC.com
Según la Organización Mundial de la Salud
(OMS), los coronavirus son una familia de vi
rus q’ causan, principalmente emfermeda
des relacionadas con el sistema respirato
rio, q’ pueden ir desde un resfriado común,
hasta padecimientos más graves. LLama
mos COVID 19 a la enfermedad infecciosa
causada por un nuevo coronavirus, q’ se co
nocio’ su brote en Dbre, en Wuham China.