Estimados docentes: La Semana Santa, como todas las demás fechas conmemorativas, tradiciones y costumbres, se ve afectada por segundo año por la pandemia. Iglesias cerradas o semiabiertas con aforos y horarios limitados, cultos religiosos y costumbres masivas (procesiones, actos litúrgicos) suspendidos por cuestiones de seguridad sanitaria. Mientras que varias industrias se debaten entre la vida y la muerte por cuestiones estrictamente económicas (como los casinos, los gimnasios o las cadenas de cines), la religión, al ser una actividad básicamente espiritual, tiene la posibilidad de adaptarse mejor, pero igual tiene otra serie de problemas.

Cuestionarse sobre si esta enfermedad mundial es un castigo divino por el daño que la especie humana viene haciéndole al planeta desde hace décadas, es una de las reacciones permanentes de los sectores más practicantes, más creyentes. Para el mundo de la ciencia, desde luego, es un argumento que no posee el nivel necesario para ser tomado en serio. Las religiones, asociadas a la naturaleza y sus fundamentos primigenios, sí están en esa línea de reflexión, y en ese sentido ofrecen explicaciones que van más allá de laboratorios y evolución de cepas.

Por otro lado, la religión suele ser consuelo efectivo en momentos de dolor. La pérdida masiva de seres humanos y los casos, más específicos, de cada familia que ha experimentado la trágica experiencia de perder a uno o varios de sus integrantes a causa del COVID-19 genera un inevitable acercamiento, en muchos casos inesperado crítico, a la espiritualidad para atravesar la tristeza.

La imposibilidad de ofrecer, en el mundo cristiano, los ritos de despedida –velorios, entierros- y tener que reemplazarlos por un veloz protocolo de cremación, a veces sin poder ver a su ser querido por última ez, es también muy triste. En cuanto a las misas de salud o de mes (dentro de poco, las misas del primer año de fallecimiento de personas a causa del coronavirus), son también ejecutadas por Zoom, sin la calidez y energía que daba la misa presencial.

En estos días de Semana Santa del 2021, varios países han vuelto a cerrar todo, debido a la segunda o tercera ola de contagios masivos. Los principales líderes de la iglesia llaman a sus feligreses a vivir la fe en casa, manteniendo así con vida el verdadero espíritu de cualquier religión. En realidad no hace falta pararse delante de una imagen para rezar al Dios de su preferencia… ¿o sí?

EL LINK

https://www.kaiciid.org/es/noticias-eventos/noticias/covid-19-y-religi%C3%B3n-nuevas-formas-de-culto-y-de-servicio-los-necesitados

EL DATO

  • La religión se ha asociado tradicionalmente, entre otras, a tres funciones diferentes: proporcionar significado (1); prestar recursos para hacer frente a la angustia y las dificultades vividas (2), y establecer normas morales junto a la motivación para cumplirlas (3).
  • Sin embargo, la gran difusión de una mentalidad secular comprende la religión como un conjunto de creencias y prácticas que se han vuelto superfluas, de poca o nula utilidad en las sociedades avanzadas. ¿Sigue siendo útil la religión o podemos sustituir las funciones que prestaba por medios más eficientes y actuales?
  • La pandemia de Covid-19 ha reactivado esta discusión: no es claro hasta qué punto la religión, al menos sus expresiones más evolucionadas y universales, todavía tiene sentido y puede ayudar en estos tiempos difíciles. Sabemos que las crisis pueden tener repercusiones en la espiritualidad y la fe.

Fuente: Blogs Comillas.edu

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