Estimados docentes: Educación para la vida. Aprender a aprender. Inteligencias emocionales y múltiples. Nunca dejar de estudiar. Conceptos como estos se contraponen, por lo menos aparentemente, a cualquier currículo clásico: matemáticas, comunicaciones, ciencias y tecnologías, educación para el trabajo. Y es aparente esta contraposición porque en cada materia tradicional se incluyen saberes y nociones que, aplicadas de manera holística, ayudan a vivir y a ser cada vez más consciente del papel que tiene cada individuo en la sociedad.
El problema, entonces, no serían los cursos sino cómo son abordados al momento de la enseñanza. ¿Es mejor enseñar una retahíla de funciones trigonométricas o enseñar a los niños a sumar y restar para que, a sus madres, no las engañen en el mercado con los vueltos al momento de comprar en efectivo? ¿Es mejor aprender de memoria las fechas de los hechos más importantes de la Segunda Guerra Mundial o entender el proceso que generó dicho conflicto y cómo sus consecuencias se enlazan con el actual orden mundial? ¿Es más útil repartir datos, nombres científicos, símbolos de elementos químicos o crear consciencia de cuánto daño hacen las bolsas de plástico al ecosistema y por qué deberíamos erradicar su uso?
La pandemia nos impide interrelacionarnos entre colegas y con nuestros alumnos, debido al cierre de las escuelas. Asimismo, las jornadas escolares clásicas se han modificado a tal punto que ya no diferenciamos cuántas horas pasamos en casa y cuántas en clase, pues todo se da en el mismo lugar. Por eso la distribución de conocimientos y materias está cambiando, en el contexto de la educación remota. Este es un proceso de adaptación que está en ciernes, aun no concluye. Y no se tiene claro cuál es el camino correcto.
La educación está tratando de adaptarse a estas transformaciones radicales. Y lo está haciendo, en líneas generales, bien. Pero romper modelos y paradigmas instalados desde hace tanto tiempo tiene sus dificultades y presenta inconvenientes. En especial cuando tratamos de evaluar y entender si las clases que impartimos realmente están siendo atendidas, aprendidas y, sobre todo, si son útiles para la vida de los estudiantes.
Ustedes, ¿qué piensan, colegas?
EL LINK
https://theconversation.com/cuatro-consideraciones-para-la-ensenanza-en-la-pandemia-145364
EL DATO
- En tiempos de crisis las desigualdades tienden a ampliarse. La pandemia del coronavirus (COVID-19) ha evidenciado la brecha entre aquellos sistemas educativos que ya contaban con robustas plataformas y soluciones para apoyar el aprendizaje remoto, y aquellos que no. Estas brechas ponen de relieve las disparidades en el acceso a la electricidad, internet y a los dispositivos. A pesar de que estos son considerados como los mayores retos, hay muchas brechas adicionales que se hacen patentes ahora, incluso en los casos en los hay una infraestructura básica disponible.
- Las acciones para minimizar el impacto del cierre de las escuelas pueden dividirse en aquellas a corto plazo (modo emergencia), y aquellas a mediano y largo plazo (aquellas generadoras de resiliencia, recuperación y reforma del sistema educativo).
- Una de las principales lecciones aprendidas es que la comunicación constante es esencial: las instituciones públicas y privadas están en contacto continuamente, tanto entre ellas como con las comunidades de educadores y diferentes asociaciones (que proporcionan recursos adicionales). Los próximos pasos serán llenar los vacíos en la parrilla de contenidos produciendo materiales específicos que puedan faltar, así como reforzar la interacción y participación con los estudiantes.
Fuente: Banco Mundial
La Salud debemos de priorizar,ya q’ ocupa el
primer lugar en nuestra preocupacio’n por la epidemia del COVID 19,q’ es una crisis sa
nitaria pu’blica sin precedentes,q’ afecta a casi todos los pai’ses del mundo.Hasta la fe
cha se han detectado ma’s de 2.5 millones de casos y se han declarado unas 200,000
muertes.