Estimados docentes: Más o menos desde hace veinte o veinticinco años se ha impuesto una idea, asociada al éxito profesional, según la cual estar “muy ocupado” es sinónimo de ser una persona importante. No tener tiempo para nada equivale a estar en un nivel superior en la escala del éxito profesional. Por eso es común ver personas por las calles que no son capaces de asistir a ninguna reunión familiar o de no despegarse ni por medio minuto de su celular, porque siempre está “trabajando”.

En el campo de nuestra querida docencia también ocurre eso. Por ello el llamado “síndrome del burnout” -en español, “trabajador quemado”- es uno de los malestares más comunes entre nuestros colegas, en especial en la nueva educación que trajo la pandemia. Vivir pegados a las computadoras nos exige una conexión permanente que elimina, de un solo click, el preciado tiempo libre. No tener “nada que hacer” es, erróneamente, sinónimo de ociosidad o de fracaso. Es cierto que todos necesitamos y tenemos que trabajar, pero también es necesario cultivar el valor del tiempo libre, del ocio.

A menudo vemos profesores con los síntomas más reconocibles del síndrome del trabajador quemado. Irascibilidad, intolerancia, mal humor, en los primeros estadios del proceso. En casos más graves es posible desarrollar insomnio, ataques de pánico y quiebres emocionales que pueden ser, en algunos lamentables casos, fatales. Debemos contrarrestar esta enfermedad promoviendo una mejor organización de las tareas administrativas, flexibilización de horarios y respeto por los horarios no laborales. Esto, que funciona para todas las profesiones -e incluso para estudiantes y jóvenes trabajadores, como veremos la próxima semana- es, en el mundo de la educación, fundamental para asegurar una formación integral sana mentalmente.

EL LINK

https://observatorio.tec.mx/edu-news/burnout-docencia-familias

EL DATO

  • Aunque no se trata de un síndrome específico del profesorado y no existen estadísticas fiables sobre esta patología, se calcula que un 30 por ciento de las bajas en el sector de la enseñanza se deben a este problema.
  • Entre los factores personales que influyen en el desgaste profesional están la edad y los años de ejercicio profesional; la familia y el apoyo social; y las conflictivas relaciones con padres y compañeros. De modo que una personalidad madura y una situación vital favorable funcionarían como factores protectores.
  • Por otra parte, entre los efectos del burnout se pueden destacar consecuencias tanto desde el punto de vista profesional (impuntualidad, abundancia de interrupciones, absentismo, falta de compromiso en el trabajo, un anormal deseo de vacaciones, una disminución en la autoestima, así como una incapacidad para tomarse a la escuela en serio, e incluso al abandono de la profesión); y por ende económico.

Fuente: Ideas que inspiran.com

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