Estimados docentes: Hay lecturas que ningún individuo en formación debe perderse, aun en estas épocas de Netflix, videojuegos de realidad virtual, metaversos y películas de superhéroes. El Principito, Mi planta de naranja lima, las aventuras de Julio Verne, Las mil y una noches… entre esas lecturas necesarias para que niños y niñas hagan florecer su imaginación sin necesidad de estar conectados a una red social, está El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, una obra monumental escrita en dos partes, en 1605 y 1615 por l narrador español Miguel de Cervantes Saavedra.
Las aventuras, los personajes, las enseñanzas, las moralejas, todo lo concerniente al camino de Don Quijote y su fiel escudero Sancho Panza harán las delicias de quien decida sumergirse en sus páginas, a cualquier edad. Pero cuando uno es niño o adolescente este impacto se multiplica porque los cerebros jóvenes están menos congestionados por la rutina y las obligaciones de la vida adulta, lo cual hace posible que esa elevada forma de fantasear con lo posible y lo imposible se materialice en gratos e inolvidables momentos de entretenimiento sano y provechoso.
Como maestros, estamos en la obligación de haber leído, por lo menos una vez en nuestra vida, Don Quijote. Como las películas de Chaplin, los cuadros de Van Gogh o las melodías de Mozart, este libro es atemporal y valioso aun en estos tiempos tan diferentes a los que se reflejan en el libro, de caballeros andantes, doncellas, mesones y candiles para alumbrar las noches. Hagan la prueba, no se arrepentirán. Y sus alumnos tampoco.
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EL DATO
- El Quijote se sigue leyendo, 400 años después, porque es una propuesta de vida. Y quizás esta haya sido la razón de que se haya publicado en todas las lenguas que tienen escritura. Y si bien es cierto que estamos en una sociedad menos lectora que antes, también es cierto que tenemos el derecho de abrir nuestra capacidad imaginativa.
- En la obra también incide críticamente el concepto de utopía. A veces me resisto a relacionar lo utópico con perseguir algo que no tiene sentido. Más bien pensaría en la noción de thopos: es decir, que uno va haciendo lugar en la medida en que uno se entrega. Si eso es un fracaso, siempre quedará algo del individuo en los demás.
- Nos hace regresar a preguntas vitales que atraviesan los 400 años de vigencia de la obra: ¿quién soy? ¿Cómo enfrento mis miedos? ¿Cuán valiente soy para mirar lo que es diferente de lo que yo pienso? ¿Cómo asimilo lo que no entiendo?
Fuente: Diario de Huila.com
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