Estimados docentes: Normalmente, asociamos la palabra “decencia”, en especial en estos últimos tiempos, al recato o el pudor, tanto en hombres y mujeres. Se suele hablar de “personas adultas indecentes” cuando cometen excesos relacionados a sus comportamientos de índole sexual, que se muestran promiscuos en el manejo de sus relaciones interpersonales o que promueven, en grupos y redes sociales, esta clase de contenidos, de forma pública y sin considerar si hieren o no la susceptibilidad o la tranquilidad de quienes los rodean. Sin embargo, los alcances de la decencia como valor no se limitan a este tema.

A diario vemos cómo se destapan hechos de corrupción, en diversos países del mundo, relacionados al robo, el tráfico de influencias, la extorsión, el desvío de fondos públicos para provechos personales, familiares y/o grupales. O en el ámbito privado, personas que atropellan los derechos de su prójimo subiendo el volumen, profiriendo groserías a todas horas, discriminando y asociando sus empresas o negociosa lo peor del Estado para enriquecerse indebidamente. Todas estas realidades configuran un comportamiento indecente, carente de decencia.

Ser decentes, entonces, tiene que ver con portarse bien. Y, a estas alturas en que todo el mundo parece haberse degradado de manera irreversible, no es el momento para que los filósofos modernos comiencen a inocular dudas a las nuevas generaciones sobre “quién decide qué es bueno y qué es malo”, relativizando todo en aras del criterio de mente abierta que, desde hace décadas viene dañando el desarrollo social. Necesitamos educar a nuestras nuevas promociones, futuros hombres y mujeres del país y del planeta, que ser decentes es de imperiosa urgencia para rescatar a nuestros países de la desaparición.

Es cierto que eso es ir en contra de las tendencias actuales en que es más importante ser agresivo y hasta inescrupuloso para alcanzar el éxito. Y que, por lo tanto, ser considerado y decente te pone en desventaja en este mundo competitivo, que no tiene tiempo para los escrúpulos. Sin embargo, si sopesamos los resultados de esa educación alejada de la decencia -en cómo es la clase política, la farándula- con lo que era nuestra sociedad antes de que se establezca ese relativismo social, ¿a qué conclusiones llegaríamos?

EL LINK

https://www.diarioconcepcion.cl/editorial/2016/07/11/portarse-como-la-gente-decente.html

EL DATO

  • ¿Somos una nación decente? La convivencia en una sociedad donde prevalezcan los valores, pareciera ser el sueño dorado de muchos pueblos de este mundo; especialmente el de Panamá. Pero más aún, es el sueño de millones de personas que en este planeta desean ver sus ideales cumplidos.
  • Por otro lado, la educación dirigida a la ciudadanía tendrá como fin, el concienciar y promover tales valores a través de programas educativos concretos y de modo transversal en toda su programación curricular, claro está, con especial esmero aquella que va dirigida a nuestros niños y jóvenes.
  • De manera que, si tenemos que educar para promover los valores y la decencia, como sistema de vida de todos los panameños, debemos, de manera urgente, llevar a cabo una revisión de todos los programas de educación

Fuente: Panamá América.com

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