Estimados docentes: Como verán en los links que acompañan a este nuevo post de nuestra serie Aprendizajes Indispensables, casi la totalidad de notas y páginas que encontramos cuando hacemos una búsqueda en Google relacionada a la importancia del pasado en la sociedad, está orientada a instalar la idea de que eso no es muy bueno para nuestra vida. Basándose en conceptos psicológicos que reseñan a medias, de manera conveniente, buscan desaparecer la posibilidad de que entendamos, por nuestra propia cuenta, que no todo lo moderno e hiper tecnológico ha sido positivo para nuestro avance como seres humanos.

Criticar la frase clásica “todo tiempo pasado fue mejor” con el argumento de que la nostalgia paraliza, que nuestra zona de confort se ubica en nuestra niñez y ese tipo de cosas, solo puede responder a una intención de mantener ciegas a las nuevas generaciones, que crean que lo que tienen delante de los ojos -en las pantallas, en los medios y noticias de espectáculos- es lo único que les sirve para vivir. E impide desplegar una mirada amplia, despersonalizada, empapada de ese pensamiento crítico que después exigen en las aulas, para analizar cuánto ha cambiado la forma en la que hacemos las cosas, si las comparamos con lo que ocurría hace veinte o treinta años atrás.

Respetar el pasado -el personal, el familiar, el histórico-, conocerlo y tomarlo en cuenta como insumo para modelar aspectos de nuestra conducta actual nos hace mejores seres humanos. Nos vuelve sensibles en distintas aristas. Un ejemplo, quizás el más fácil de asociar a nuestra tarea como maestros, es el arte. ¿Cómo eran las películas de antes y cómo las de ahora? ¿Qué cantaban las chicas de catorce años hace 25 años y qué cantan ahora? ¿Cómo lucían las estrellas de televisión que admirábamos nosotros y cómo lucen ahora?

Estas pequeñas asociaciones de ideas nos sirven también para entender procesos políticos, económicos y sociales. La delincuencia, el bullying, el acoso sexual, vicios sociales que ya existían el siglo pasado, hoy son más violentos, más agresivos, peores que antes. Y en cada caso, los adelantos tecnológicos han sido cruciales para ese empeoramiento. Basta con mirar los tutoriales en YouTube para hacer daño a alguien, la pornografía online, las mil opciones de estafas online que se pueden generar con Inteligencia Artificial.

Respetar el pasado es, por eso, uno de los aprendizajes indispensables que como educadores necesitamos estimular para alcanzar un equilibrio entre lo positivo y lo negativo que nos ofrece la modernidad y sus herramientas de generación de contenidos, capaces de alcanzar audiencias masivas y globales nunca antes soñadas por el ser humano.

EL LINK

https://www.elcorreo.com/vivir/ciencia/evolucion-humana-historia-20201121145947-ntrc.html

EL DATO

  • La frase «cualquier tiempo pasado fue mejor» expresa la idea, la sensación de que toda época anterior siempre va a ser mejor que la presente. Se trata de un refrán de siglos de antigüedad que todavía se emplea en el siglo XXI. Aparece en la letra de múltiples canciones y es el mensaje principal de muchas películas, siendo Midnight in Paris, de Woody Allen, quizás la más conocida.
  • Nuestro cerebro, ante la combinación de diferentes recuerdos, activamente filtra todas las emociones negativas. Es una cuestión psicológica y hasta podríamos decir química de nuestra mente. Por eso nos gusta mirar hacia el pasado, porque nos sentimos bien con él.
  • Conocer el fenómeno ayuda a atenuar la angustia; también coopera volver sobre nuestros propios registros del pasado ―fotos, videos, entradas de diario― e ir encontrando esas cositas, esos detalles no-tan-lindos, que rescatan el recuerdo de la nostalgia y lo trae, de nuevo, a un plano real.

Fuente: Revista Billiken

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