Estimados docentes: Nada más útil para saber qué nos define como buenos maestros que la opinión de nuestros alumnos. quizás podamos estar muy actualizados en técnicas pedagógicas, hablar varios idiomas y ser metódico para preparar clases, calificar evaluaciones y llenar registros, pero si no desarrollamos esa conexión emocional que nos permita impactar positivamente en los estudiantes hasta inspirarlos a superar sus limitaciones y desarrollar sus habilidades y competencias, nuestro trabajo será incompleto.
Las últimas novedades acerca del funcionamiento cerebral y su relación con la emotividad humana sirven para encontrar la senda por la que debemos discurrir para ser cada vez mejores educadores. Las inteligencias múltiples, el desarrollo de la autoestima y las llamadas “habilidades blandas” son nuestras mejores herramientas para dominar los aspectos de aquel “currículo oculto” del cual hablan varios especialistas: detrás de cada gesto, cada actitud, cada entonación, se abre un mundo de posibilidades para generar empatía, compromiso y respeto en el aula.
Ser maestro es un gran privilegio. Nada hay más satisfactorio que ver el progreso académico de los alumnos y su crecimiento como individuos. Ningún reconocimiento supera su agradecimiento. Y nada se compara con la alegría que producen los éxitos alcanzados por quienes tuvimos la oportunidad de educar.
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EL DATO
Los diez mandamientos del buen maestro:
El buen maestro es aquel que logra encender la llama de la curiosidad, el deseo de aprender, en sus alumnos. Más que conocimientos específicos, que al fin y al cabo se desvanecen, lo que el profesor debe dejar es una permanente motivación por el estudio.
El buen maestro domina los temas que enseña, siente gran pasión por los conocimientos que comparte, está actualizándose permanentemente y busca siempre métodos novedosos para que sus estudiantes asimilen mejor y con mayor entusiasmo los conceptos que desea grabar en sus mentes.
El buen maestro es muy exigente consigo mismo. Prepara con rigor cada una de sus lecciones. Busca los mejores ejemplos, los ejercicios más útiles, las definiciones más claras y precisas y las lecturas más estimulantes.
El buen maestro atiende de manera personalizada a sus alumnos. Trata de aprender todo lo que sea posible acerca de sus necesidades, dudas, problemas e intereses. Busca siempre la manera de que cada uno de sus estudiantes sienta que lo están tratando como individuo y no como grupo.
El buen maestro no sólo señala los errores sino también los aciertos. Hace notar las fallas en un tono constructivo y las analiza con cuidado para intentar captar dónde y porqué se produce la incomprensión de sus estudiantes. Es particularmente generoso a la hora de reconocer los logros de sus alumnos, celebra sus conquistas y la superación de los obstáculos.
El buen maestro no tolera la mediocridad y es exigente con sus alumnos. Busca dejar en ellos una huella imborrable. Busca con ingenio fórmulas que faciliten su superación intelectual. No se rinde ante los indiferentes, los perezosos o frente a quienes tienen dificultades para aprender.
El buen maestro trabaja en equipo con las familias de los estudiantes. En conversaciones con la gente más cercana a los alumnos descubre oportunidades para hacer mejor su oficio. Obtiene información valiosa que le facilita encontrar la “llave” que ha de abrir el intelecto de quienes atienden sus clases.
El buen maestro es un gran cuentero. Sus “cuentos” deben despertar la imaginación de sus alumnos, el deseo de continuar la gran aventura del saber. Cada una de sus lecciones debe ser un viaje interesante a lugares llenos de atractivas sorpresas.
El buen maestro debe dar ejemplo con su vida personal y profesional. Debe ser modelo de consagración al estudio, de disciplina, de seriedad, de compromiso con la calidad y de constante superación. Su conducta personal debe ser intachable, debe ser fuente de inspiración para sus alumnos.
El buen maestro va más allá de sus obligaciones contractuales como proveedor de conocimientos. Se preocupa por inculcarle valores y principios a sus estudiantes. Trabaja intensamente en la forja no sólo de buenos alumnos sino también de buenos ciudadanos.
Fuente: CompartirPalabraMaestra.org
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