Estimados docentes: Vivimos tiempos difíciles para una humanidad que, hoy más que nunca, se encuentra extremadamente capturada por el individualismo y la superficialidad. Cuando lo más importante en Navidad es recibir un teléfono de regalo y cuando la clase política de nuestros países se preocupa más en permanecer en sus cargos, a pesar de que las poblaciones que los escogieron les expresan su malestar y les exigen retirarse, debemos tener claro que hay algo que anda mal.
Los (anti)valores que promueven los actuales modelos de éxito económico -la corrupción, el uso y abuso de la imagen personal y, muchas veces, íntima, para hacerse conocido o conocida, famoso, “influencer”- van en línea contraria a los valores que, antaño, eran moneda corriente en casas y escuelas: la responsabilidad, el respeto hacia el otro, la tolerancia al que no es popular, el equilibrio entre la imagen y las ideas, la solidaridad. Este último, la solidaridad, es quizás uno de los valores que más necesitamos recuperar de cara al futuro. Y aun no comenzamos.
Es cierto que aun hay casos aislados de expresiones de solidaridad, en personas formadas “a la antigua”, en jóvenes y adolescentes que, alejados de los condicionamientos agresivos de la publicidad, los videojuegos, el reggaetón y las películas de Hollywood, aun se conmueven con las campañas solidarias para aliviar las pobrezas -económicas, alimentarias, de salud, de educación- de quienes no forman parte de la sociedad medianamente privilegiada que cuenta con trabajo, estudio, un techo dónde dormir, algo que llevar a la mesa o a la boca. Pero la gran mayoría cree que estas cosas se ven solo en películas románticas y en noticias de otros países.
La solidaridad, esa capacidad de ponerse en los zapatos, en las pieles de otros, y que a partir de allí uno pueda desprenderse de sí mismo para colaborar en causas ajenas, a veces perdidas, pero que pueden llevar algo de consuelo a otros seres humanos, es casi invisible en el entramado social de hoy. Incluso quienes solicitan compasión en las calles generan desconfianza en muchos casos, porque en lugar de necesitar ayuda lo que hacen es engañar con argucias, fingimientos, cinismos de todo tipo.
No solo necesitamos aprender a ser solidarios, sino a reconocer en qué casos ejercer esa solidaridad auténtica, generosa, honesta, no nos haga quedar como ingenuos o víctimas fáciles de toda clase de engaños. Tarea difícil, colegas. ¿Qué opinan ustedes?
EL LINK
https://www.educo.org/blog/7-ideas-para-fomentar-la-solidaridad-en-los-ninos
EL DATO
- Es sumamente importante inculcar desde pequeños habilidades y valores como la empatía, la cooperación y sentido de igualdad. Desde casa, también es importante aprender sobre la importancia de ayudar a otros, a no siempre esperar algo a cambio para colaborar con otras personas.
- Aprender a ser útiles en una sociedad que necesita personas que den lo mejor de sí mismas, es el compromiso que cada generación tiene con el presente y futuro.
- Todos aprendemos a ver el mundo desde nuestros propios ojos, lo hacemos las 24 horas del día. Por lo que tratar de ver las cosas desde un punto diferente, puede convertirse en un gran desafío.
Fuente: Idealist.com
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