Estimados docentes: Con miras a formar una nueva generación de seres humanos que logre superar los problemas ocasionados por la industrialización, la educación tiene algunas tareas urgentes y pendientes: recuperar valores, desarrollar pensamiento lógico, estimular el gusto por las humanidades y formar una conciencia medioambiental lo suficientemente fuerte como para que se moderen los niveles de consumo energético, producción de plásticos y otros materiales contaminantes, etc.
Esto último depende de cuán profunda sea la noción de respetar a la naturaleza que tengan nuestros hijos, niños, niñas y adolescentes de los cinco continentes. Respetar a la naturaleza y quererla, cuidarla. Este respeto por la vida animal, por las fuentes de recursos naturales -mares, ríos, bosques, llanuras- nos debe llenar el corazón y enmarcar la vida cotidiana, a tal punto que, de aquí a cincuenta años, cualquier oportunidad de contaminar sea evitada con la misma pasión con la que hoy botamos al suelo las botellas de plástico después de beber una gaseosa hiper azucarada.
¿Estamos preparados los docentes para esta nueva educación orientada a la recuperación de algunas de las conductas que nos definieron, durante décadas, como especie superior? Recuperar el ingenio, la sensibilidad y la responsabilidad frente al mundo en el que vivimos puede ser mucho más difícil de lo que creemos, porque frente a ese necesario propósito tenemos, como oposición, al sistema económico, también creado por seres humanos, que considera imposible modificar lo que desde muchos sectores consideran imperioso modificar para hacer el camino de regreso a un planeta menos contaminado, menos tóxico.
Dice la Ley General de Educación sobre la conciencia ambiental: «motiva el respeto, cuidado y conservación del entorno natural como garantía para el desenvolvimiento de la vida». Grandes palabras para grandes objetivos, pero aun no podemos considerar que el concepto esté internalizado de manera definitiva en el imaginario colectivo de la población de maestros que deben formar a los niños en estos anhelos tan positivos. ¿Cómo afrontar esta problemática desde la educación? ¿No es una contradicción que estimulemos la formación de la conciencia ambiental para luego tener que resignarnos a la depredación y el mal uso de los recursos naturales que no son infinitos (energía, agua, aire, árboles, especies animales en extinción)? La infancia y la adolescencia son las mejores etapas para formar la conciencia ambiental y, a la larga, esto hará que los futuros seres humanos moderen sus hábitos para, por lo menos, extender un poco más el tiempo de vida de la naturaleza.
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EL DATO
- Actualmente son muchos los problemas ambientales a los que nos enfrentamos y, muy seguramente, irán a más si no ponemos remedio. Por esta razón es muy importante la concienciación de la sociedad, pero ¿cómo puede lograrse? Una forma de intervenir es mediante la educación ambiental, lo cual no es ninguna nimiedad, como podría parecer.
- La educación ambiental es el proceso a través del cual se educa a la sociedad para que tome conciencia sobre la realidad global del planeta, sobre la relación del ser humano entre sí y con la naturaleza y de los problemas que surgen de esta relación y sus consecuencias, así como las causas que llevan a ellos.
- Es necesario que toda la humanidad sea consciente de la situación ambiental en la que nos encontramos para que se puedan tomar medidas adecuadas, tanto a niveles internacionales como a nivel individual y personal adoptando hábitos respetuosos con el medio ambiente.
Fuente: Ecología Verde.com
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