Estimados docentes: Hace unos días se desató gran polémica mundial por la “dirección artística” que se le dio a la inauguración de los 33 Juegos Olímpicos en la capital de Francia, París. Una combinación de elementos que nada tienen que ver con el deporte, introducidos con una supuesta vocación integradora, terminaron levantando una innecesaria sombra de cuestionamientos, reacciones destempladas y críticas que empañaron lo que suele ser uno de los eventos que, cada cuatro años, mejor sirve para dar ejemplo de integridad entre los países de los cinco continentes en torno a un objetivo común: el espíritu deportivo y los valores que promueve y dan forma a su categoría como actividad humana.
Equivocadamente, los defensores de la tristemente célebre inauguración parisina argumentaron que los críticos del desordenado espectáculo tenían que ver con “actitudes homofóbicas”, “anticuadas” o “cucufatas”. Y, como una de las principales críticas tuvo que ver con una aparente representación LGTBI de la última cena, de inmediato descalificaron las observaciones señalando que aquella alegoría no reflejaba la famosa obra de Leonardo Da Vinci, ícono de devoción de los creyentes en el Cristianismo, sino que era un montaje basado en una obra de arte antigua que mostraba cómo se desarrollaban las bacanales en Grecia, cuna de las Olimpiadas. Todo eso como un intento por justificar lo que venía produciendo tantos comentarios negativos.
El problema no es la discriminación a las comunidades LGTBI. Tampoco se trata de un quiebre de paradigmas e ideas modernas frente a los conservadores del pasado. El espíritu deportivo, ese que desde siempre han estado relacionados a la celebración de los Juegos Olímpicos de la era moderna, no tiene absolutamente nada que ver con la orientación sexual de las personas por lo que no es un tema que deba debatirse o mostrarse en una justa deportiva multinacional. Las preferencias sexuales de cada quien -heterosexuales, homosexuales o cualquiera de las otras categorías existentes actualmente, más allá de que se esté o no en descuerdo con tales clasificaciones- son asuntos íntimos, personales. No tienen por qué exhibirse o imponerse. Esa imposición es la que generó críticas, muchas de ellas justificadas. No que se trate de una reacción “conservadora” o temerosa de lo nuevo.
Esta clase de confusiones se debe a, por un lado, el interés de ciertos grupos de imponer formas de pensar sobre un tema específico. Y, por el otro lado, a la profunda ignorancia, algo que recae por cierto en la responsabilidad de los sistemas educativos en el mundo y cómo hemos abdicado ante el control social de las redes sociales y la farándula. El espíritu deportivo tiene que ver con la disciplina para entrenar y comprometerse a alcanzar metas, con ser digno perdedor y humilde triunfador, con ser solidario y practicar el juego limpio. No tiene nada que ver con la clase de fiestas a las que se me antoja ir cuando estoy de vacaciones. Hasta en la Grecia ancestral tenían clara la diferencia entre las bacanales y los deportes de alta competencia.
Ustedes, maestros, ¿qué opinan al respecto?
EL LINK
https://www.educaciontrespuntocero.com/noticias/juegos-olimpicos-aprender-educacion/
EL DATO
- Los programas de Educación en Valores a través del Deporte (EVD) fomentan el aprendizaje activo, complementan las aptitudes cognitivas, depositan en los alumnos una responsabilidad cada vez mayor e incrementan sus niveles de concentración y participación.
- La educación en el siglo XXI reconoce cada vez más el papel de los valores y las habilidades sociales para abordar los desafíos mundiales, como la inactividad, la obesidad, el desempleo y los conflictos. Este enfoque está en el centro del Objetivo de Desarrollo Sostenible.
- Los programas de Educación en Valores a través del Deporte contribuyen al desarrollo de la confianza en uno mismo, elecciones de estilo de vida activas y saludables, y una comprensión de los derechos, facilitando la delicada transición hacia la independencia de la edad adulta.
Fuente: Unesco.org
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