Estimados docentes: ¿Cómo mantener el optimismo, el ánimo arriba, después de ver las noticias? Crímenes fraguados en habitaciones oscuras, planificados por seres humanos como usted o como yo, que usan su habilidad cerebral para maquinar fraudes políticos, mafias económicas, atracos y secuestros. A diario, nos cruzamos con familiares, amigos, vecinos y/o conocidos que han tenido problemas con la delincuencia, que viven aquejados por la situación del país en el que viven, que se deprimen por las noticias de las guerras en el mundo. Entonces ¿se puede ser optimista en estos tiempos?

La respuesta, aunque no podemos ser contundentes, es en principio que sí. Porque el optimismo no es vivir de espaldas a las realidades que nos rodean, o ser tan ingenuos como para pensar que las maldades no existen. El optimismo, como emoción y estado de ánimo, tiene que ver con nuestra formación individual, la misma que padres y maestros ofrecen a las generaciones en edad escolar. Se puede ser optimista sin ser irreal. Porque a pesar de que las cosas malas sigan ocurriendo -y aumentando- esa fuerza interior nos hace salir a continuar con nuestras vidas y hacer lo posible para que esas situaciones no nos hagan decaer por completo.

Ser optimistas tampoco es estar todo el tiempo de buen humor, alegre mientras la mayoría sufre o se queja. Vivir tiene que ver con esas inevitables y normales oscilaciones de la predisposición. Pero, si lo que prima es la actitud positiva, aprendida previamente, aun ante eventualidades negativas -la muerte de nuestros seres queridos, la pérdida de empleo, haber sido víctima de un asalto, una infidelidad, una traición, sentirse enfermo- es posible sobreponerse y continuar nuestras actividades sin perder de vista que necesitamos estar alertas y cuidarnos.

Tampoco se trata de entregarse a la actitud positiva que venden los libros de autoayuda. Es verdad que la sugestión a determinados estados mentales contribuye a tener una mejor presencia de ánimo, en general. Pero también es cierto que muchos de esos autores exageran con aquello de ser positivos todo el tiempo, pues el mundo es un lugar de matices, muchos de los cuales no hacen más que extender mantos de desánimo que, a veces, son difíciles de disipar. En esos casos es que haber aprendido el optimismo desde niños nos ayuda a, poco a poco, comprender que siempre tenemos la posibilidad de hacer lo necesario para desprendernos del desánimo y no caer en el otro extremo, que es el pesimismo absoluto.

EL LINK

https://www.veintitres.com.ar/cultura/El-optimismo-se-aprende–20190630-0013.html

EL DATO

  • “El optimismo y la esperanza –al igual que la impotencia y la desesperación- pueden aprenderse.” (9) Esta afirmación de D. Goleman es compartida por muchos autores. De hecho, el acto de educar es un acto optimista porque, sea cual sea el planteamiento del mismo, se educa para enriquecer, aportar, desarrollar… al educando.
  • Así pues, los educadores –seamos padres/madres, profesorado, tutores…- podemos acompañar el crecimiento de nuestros educandos en clave de Optimismo. Se trata de desarrollar en ellos los llamados factores de protección.
  • Seligman dice que “cuando enseñamos el optimismo a nuestro hijo, estamos enseñándole a conocerse a sí mismo, a ser curioso respecto a su teoría sobre sí mismo y sobre el mundo. Estamos enseñándole a adoptar una postura activa en su mundo y a configurar su propia vida, antes que a ser un receptor pasivo de lo que sucede a su alrededor”.

Fuente: Aula Fácil.com

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