Estimados docentes: En tiempos modernos, cuando hablamos de “moderación” lo primero que viene a nuestras mentes ya no es aquella cualidad según la cual autocontrolábamos nuestros impulsos, para cualquier cosa; sino todo lo relacionado a ser moderador de eventos o conferencias. Eso pasa también en el buscador de Google. Esto ocurre porque esta época ha desechado la moderación, en su sentido de ser moderados a la hora de hablar (control de volumen, vocabulario), comer, beber, comprar (hábitos de consumo y su relación con la salud física y mental) o exhibirnos (redes sociales), y privilegia el exceso en toda actividad.
Sin embargo, enseñar a ser moderados debería ser una de las prioridades de las nuevas generaciones de maestros si queremos orientar el futuro hacia una vida social más armónica. Lamentablemente, los últimos 25 o 30 años han estado enfocados en el disfrute material sin límites, tergiversando cuestiones como el autocontrol o las restricciones en casos determinados y convirtiéndolas en actos de censura o de limitación de derechos adquiridos. Aquella vieja frase de que “los derechos de uno terminan donde comienzan los de los demás” se ha vuelto un arma de doble rasero: de promover antes el respeto irrestricto al derecho ajeno, se ha convertido en permiso para hacer lo que uno quiera mientras cada individuo considera que “no hace daño a nadie”.
La moderación en el decir y el actuar siempre ha contribuido a una sociedad menos agresiva. Porque contempla la observación de normas generales de conducta que permiten la conservación del espacio vital, del silencio en lugares específicos -hospitales, funerales, unidades de transporte público- la creencia de que nada debe limitarse ha cambiado, para mal, la idea de vivir en comunidad, convirtiéndola en una jungla en la que solo gana el que pasa primero, sin moderarse, el que compra de todo, sin moderarse, el que escucha sus canciones favoritas a todo volumen, sin moderarse.
EL LINK
EL DATO
- La ponderación es la capacidad de sopesar, incluso los actos. Y más aún, hasta sus consecuencias. Entre otras razones, porque una acción en rigor ha de incluirlas. Los efectos no son indiferentes, ni es cosa de eludirlos desde una apática irresponsabilidad.
- La mesura incluye la capacidad de comprender que ni todo se agota en la distancia respecto de nuestros ojos, ni se restringe al alcance de nuestros brazos, ni de nuestra voz, ni de la facultad de nuestro oído. En definitiva, porque “el hombre es la medida de todas las cosas”, como asegura Protágoras.
- La desmesura social no ha de confundirse con la firmeza en las actitudes y comportamientos. Como si ser desconsiderado fuera una prueba de energía. Menos aún se trata de estimar que es garantía de éxito en las acciones.
Fuente: El País.com
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