Estimados docentes: Hasta antes de la pandemia, el término “presencialidad” no significaba mucho para nosotros, maestros de educación básica regular. Y eso, a pesar de que ya teníamos bastantes experiencias de educación virtual o a distancia, en el ámbito de la educación superior. Muchas universidades e institutos profesionales optaron desde hace aproximadamente una década por ofrecer a sus alumnos, personas adultas y en el mayor porcentaje de casos, profesionales con ingresos propios, la posibilidad de seguir programas de posgrado en instituciones alejadas de su ciudad o incluso de su país, usando la tecnología.

Sin embargo, tras los cambios radicales que provocó el COVID-19 en términos de cómo debíamos continuar con el proceso enseñanza-aprendizaje para evitar contagios, hizo que niños y adolescentes sin autonomía para manejar sus horarios, sin haber desarrollado su capacidad de autocontrol y gestión de responsabilidades, se vieran empujados a la fuerza a seguir educándose en sus casas, lugares que no asocian para nada a la rigidez que se necesita para no estar muy distraídos. En ese sentido, la diferencia entre un aula y la sala de casa salió a flote en toda su magnitud.

Hoy, todos hablamos de manera muy normal sobre la presencialidad en contextos de educación escolar. Y ya no nos parece raro. Es más, hemos rescatado la educación de aquel prejuicio de la modernidad pre-pandemia, según el cual daba lo mismo que los estudiantes fueran o no a clases -lo que en inglés suelen resumir como “homeschooling”- y que había que sacar la educación de las aulas para hacerla más “moderna”. Porque se reconoce ahora la importancia de llevar el proceso educativo -inclusive en las universidades- de manera presencial, cara a cara, dejando la virtualidad como un complemento. Fue importante cuando las condiciones sanitarias no permitían el contacto directo entre seres humanos. Pero hoy, devuelta la salud pública, la educación presencial es y debe seguir siendo el principal  independientemente de qué herramientas tecnológicas estén a nuestra disposicición.

EL LINK

https://www.unicef.org/elsalvador/historias/beneficios-de-las-clases-presenciales

EL DATO

  • La interacción personal con pares y profesores es una de las grandes ventajas de la educación presencial para los niños, ya que no solo permite una mejor retroalimentación en el aprendizaje y aprender de otros, sino que profundiza la socialización y mejora la convivencia.
  • Al mismo tiempo, deben proveerse más herramientas de evaluación y de medición de aprendizaje con retroalimentación lo más rápida posible, que permita a los profesores y equipos directivos contar con información mensual de los avances de los estudiantes.
  • Si bien la asistencia escolar es uno de los principales factores en la consecución de aprendizajes y en la vinculación de estudiantes con su comunidad educativa, con la pandemia se decretó la suspensión de clases, como consecuencia de la emergencia sanitaria, provocando un distanciamiento de muchos niños y jóvenes con sus establecimientos escolares.

Fuente: Acción Educar (Chile)

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