Estimados docentes: Muchos expertos en las interrelaciones que se producen en las aulas -de maestro a maestro, de maestro a estudiante, de estudiante a estudiante, de estudiante a maestro- señalan que los casos de lo que hoy todos conocemos como “bullying” se han dado, de alguna manera, desde siempre. Los niños y adolescentes, durante su proceso de crecimiento y autodefinición, buscan afianzar sus personalidades y espacios de influencia, aprenden a defenderse y experimentan la agresividad en diversos niveles. Entre sus pares, esto se refleja en constantes tensiones y peleas que, hasta cierto punto, también educan esa parte vivencial que tiene que ver con su futura actitud hacia la vida social que les espera.
El problema es que, en estos tiempos cibernéticos, esa agresividad va más allá de la experiencia y se convierte en un ataque compulsivo, constante, multiforme y omnipresente, que además se multiplica con la intervención de otras personas, grupos que arremeten contra una sola niña o niño con apodos hirientes, insultos, malos tratos, exclusiones de toda clase, que pueden quebrar -y, sin duda, lo hacen- la psiquis de la víctima, hasta el punto de aislarse, en el mejor de los casos, o incluso al extremo de quitarse la vida.
En ese sentido, la peligrosidad del ciberbullying es muchísimo mayor porque, a diferencia de las clásicas peleas entre pares -niños o adolescentes del mismo salón- o inclusive los toscos juegos en colegios de hombres -como el callejón oscuro o los “apanados”- que, muchas veces, no acarreaban mayores riesgos porque, de una u otra forma y salvo no hubiese accidentes involuntarios, los muchachos sabían (sabíamos) dosificar la intensidad del “ataque” pues la intención no era en ningún caso lastimar realmente al compañero sometido a este acto grupal; los ciberataques no tienen ningún control y la crueldad a través de palabras, imágenes o una combinación de estas herramientas digitales van directo a la subjetividad del atacado, que termina desarrollando traumas graves con respecto a quién es y cuánto vale para los demás.
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EL DATO
- Como indica su nombre, el ciberacoso -del inglés cyberbullying, y castellanizado también como ciberbullying- es el acoso que tiene lugar a través de dispositivos y plataformas digitales como teléfonos móviles y ordenadores, especialmente a través de las redes sociales.
- El malestar anímico, la persecución injustificada y la recepción de insultos pueden ser los efectos más evidentes que sufre una persona que es víctima de ciberbullying, pero no debemos pasar por alto que el ciberacoso puede dañar la reputación digital de todos los implicados, incluyendo también el de las personas que lo reciben.
- El ciberacoso debe tomarse en serio y la participación de la comunidad puede evitar problemas mayores. Algunas situaciones pueden acabar incluso en problemas legales graves, como la distribución de pornografía infantil o el acoso prolongado, y deben denunciarse inmediatamente a los organismos competentes.
Fuente: Siete Estrellas.com
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