Estimados docentes: En los últimos dos años y medio, tras la llegada del COVID-19, uno de los temas más insistentes ha sido la importancia de lavarse las manos con agua y jabón. No es que antes no lo supiéramos, ya que se habla de lo mismo para evitar brotes de tifoidea o de infecciones gastrointestinales como el dengue, zika, entre otras. Pero se incidió más en este caso por la naturaleza pandémica de esta nueva enfermedad que hasta ahora está amenazando nuestra seguridad.

El jabón es un producto que no puede faltar en toda casa. Actualmente, la tecnología y la industrialización han generado toda una variedad -a veces exagerada- de opciones en lo que a jabones se refiere: antibacterianos, antialérgicos, medicinales, de colores, aromas, tamaños y formas muy diferentes, líquidos o en pastillas. Hay un jabón para cada tipo de piel, cada tipo de ambiente y reacciones del organismo. Ello, aunque a veces puede hacer estresante, desde el punto de vista comercial, elegir el correcto, es solo un signo de nuestros tiempos.

En realidad, si un jabón es útil para cumplir con su función -disolver grasas adheridas a la piel, suavizar y limpiar la superficie cutánea de elementos como polvo, residuos, malos olores- basta y sobra para usarlo en casa. Para situaciones más específicas, la tecnología médica y dermatológica nos pueden ayudar a encontrar una opción más adecuada pero al final de cuentas, se trata de que sirva para su principal objetivo, nada más.

En este post y sus links asociados, la interesante historia del jabón.

EL LINK

https://empresaylimpieza.com/art/2039/la-apasionante-historia-del-jabon

EL DATO

  • Hay que recordar que lo que limpia es el agua, pero el agua solo disuelve sustancias con cierta polaridad y lo que ensucia nuestras manos, suelos y ropa suelen ser sustancias lipídicas (grasas) insolubles en agua. Lo que hace el jabón es actuar facilitando la interacción entre el agua y la grasa.
  • La estructura del jabón (y también de los detergentes, que son sustancias relacionadas) explica su capacidad para facilitar la disolución de las grasas. Las moléculas de lípidos o grasas están formadas por cadenas largas hidrocarbonadas —constituidas por carbono e hidrógeno— unidas a átomos de oxígeno de la glicerina.
  • En condiciones habituales, un buen lavado de manos es suficiente. Y los geles desinfectantes con un alto contenido de alcohol, generalmente etanol, no son más eficaces que el jabón. La ventaja de estos geles es que no necesitan agua y tampoco material para secar las manos.

Fuente: Revista Madridmás

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