Estimados docentes: Una de las principales cuestiones que debería ocupar a los maestros en estos tiempos es para qué educan y cómo orientar sus esfuerzos, de la mejor manera posible, para que las clases y conocimientos que se imparten hoy en día sean útiles en el futuro próximo.
Parece algo obvio, ya que siempre que se trabaja con niños y adolescentes se está educando para su futuro profesional y laboral, que iniciarán cuando alcancen la edad adulta -la educación escolar es la base sobre la cual cada individuo definirá sus siguientes pasos hacia la formación académica posterior- pero hay una enorme diferencia entre lo que ocurría hace diez o veinte años y lo que pasa hoy.
En los años sesenta o setenta, por ejemplo, era bastante sencillo proyectarse cinco o seis años en la vida escolar de un alumno ya que, aunque todo avance cronológico genera inevitablemente cambios y actualizaciones, había actividades que se mantenían de la misma manera, con modificaciones sencillas. En los tiempos actuales los cambios involucran transformaciones radicales no solo de objetos o formas de producción sino de modos de vivir, opiniones y maneras de comportamiento antes más predecibles.
Por eso autores como el norteamericano David Perkins insisten en el concepto de «educación para lo desconocido», incidiendo en la necesidad de que las comunidades de docentes tengan claro que hoy es más difícil que antes saber o predecir a qué se enfrentarán nuestros estudiantes en el futuro cercano.
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EL DATO
Siempre ha sido muy difícil predecir el futuro. La fascinación del hombre por la posibilidad de adivinar cómo serán las cosas de aquí a, digamos, 10 años, llena páginas de internet con proyecciones y fantasías, algunas de ellas basadas en el vertiginoso adelanto tecnológico que experimentamos hoy, pero muchas otras producto de una combinación de buenos deseos con intenciones de dirigir las predicciones a objetivos comerciales y publicitarios. Aun así, es un hecho que en el 2028 las cosas no serán iguales que ahora. Algunas cosas que definitivamente cambiarán y que nuestros estudiantes no tienen cómo aprender en las aulas de hoy:
- Las oportunidades laborales: El crecimiento demográfico en nuestros países latinoamericanos hace más difícil pensar en trabajos convencionales de empresas u oficinas estatales. La cantidad de plazas disponibles no se comparará a la cantidad de alumnos que egresen de colegios y universidades por lo que serán más comunes los trabajos individuales hechos desde casa a través de equipos.
- Las formas de comunicación: Los teléfonos inteligentes y las conexiones a internet hacen más innecesario mirarse cara a cara con el prójimo, por lo que existe un riesgo a que la despersonalización de las relaciones humanas, que ya vivimos hoy, aumente.
- La esperanza de vida humana: Las tecnologías médicas y farmacéuticas siguen alargando la esperanza de vida de hombres y mujeres. Al mismo tiempo la industrialización y la contaminación hacen que enfermedades graves como el cáncer y la diabetes ataquen a poblaciones más jóvenes. El avance negativo de esos indicadores de la actualidad solo hace pensar que en el futuro cercano irán en ascenso.
- Los recursos naturales: Investigaciones científicas no dudan en advertir que la calidad del aire, el agua, el suelo y otros elementos de la naturaleza está reduciéndose lo cual amenaza con modificar los medios de producción y las formas de vida actuales.
- Las relaciones de género y el trato a minorías: Cuestiones como el matrimonio legal entre personas del mismo sexo, la aparición de más variantes de opciones sexuales y la desactualización de conceptos y roles tradicionales en las relaciones humanas impactará mucho en las nuevas generaciones. Un alumno de 8 años hoy debe ir entrenando su criterio y entendimiento para que cuando cumpla 18 no le sea difícil adaptarse.
No se considera en el análisis los aspectos de des-humanización, corrupción,crisis política que nos conduce a un futuro siniestro.