Estimados docentes: Un robot con forma de perro llega desde el Japón para sorprender a los asistentes a una convención tecnológica. Una pareja convierte los videos de sus plácidas vacaciones en una escena de terror y ciencia ficción. Un medio de comunicación altera imágenes y crea noticias falsas y chismes sobre estrellas de la farándula mundial. Esas son las principales cosas que vienen difundiéndose de las novedosas páginas web y softwares de inteligencia artificial generativa, capaz de crear videos que van de lo creativo y sorprendente a lo perturbador y espeluznante. ¿Y la educación? ¿Dónde queda el potencial formativo de estos adelantos si no es lo primero en lo que fijamos la atención?

Desde la docencia, muchos sectores están viendo con seria preocupación que todas las aplicaciones de la Inteligencia Artificial, desde el Chat GPT para la organización de textos a partir de ciertos parámetros hasta la generación de videos y alteración de fotografías a voluntad, que cada día siguen mostrando cambios y actualizaciones, están orientándose rápidamente al aspecto más inútil y superficial, el del uso como herramienta de entretenimiento y desinformación. La vocación natural del ser humano por aquello que le impacte aun cuando no tenga ningún valor educativo para el futuro se está imponiendo y, como siempre desde que aparecieron el cine, la radio y la televisión son los medios de comunicación los principales colaboradores de esta banalización de un invento con innegables potencialidades para la educación, la promoción de conceptos positivos y el desarrollo de habilidades que tengan utilidad concreta en el mundo que vivimos.

El escapismo que promueve el uso de la Inteligencia Artificial para crear contenidos virales en redes sociales no está contribuyendo en absolutamente nada que vaga realmente la pena. Puede ser entretenido, sorprendente, puede ser insumo para videojuegos y películas de cine, para publicidad de productos o para pasar un buen rato en redes sociales. Pero nada de eso aporta valor a la humanidad, en una época en que la desconexión emocional y la generación de vicios sociales aceptados por su potencial para generar ganancias económicas es lo que más importa a las grandes corporaciones y a los influencers individuales desesperados por monetizar y hacerse famosos desde su sala de audio y video.    

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EL DATO

  • Pero eso viene con preguntas éticas: ¿qué tan humano debería ser un robot no humano? ¿Deberían las personas saber que están interactuando con un agente artificial y cuánta información debería tener una inteligencia artificial sobre nosotros?
  • Ya sea un robot que parece inquietantemente humano o un chatbot que profesa su amor a un reportero, la inteligencia artificial realmente asusta a la gente. Cuando una IA comienza a actuar o parece demasiado humana y provoca escalofríos, es posible que esté experimentando el fenómeno del valle inquietante.
  • Mutlu cree que no es necesario que todos los robots luzcan y se comporten exactamente como humanos. Deberíamos pensar cuidadosamente sobre los propósitos para los que usamos agentes robóticos y diseñarlos apropiadamente, advierte. Tampoco los necesitamos para tomar decisiones importantes que podemos tomar nosotros mismos, agrega. Incluso ahora, la inteligencia artificial se está utilizando para decidir las reclamaciones de seguros y si encarcelar o no a las personas.

Fuente: National Geographic

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