Estimados docentes: La publicidad de todo lo relacionado a la tecnología es invasiva y muy influyente en los hábitos de las poblaciones que buscan ser más modernas y tener siempre lo último, lo más reciente. Así como ocurrió con la industria alimentaria, en tiempos en que no contábamos con la información científica actual, que impuso el consumo de productos como la leche de vaca o el azúcar, hasta el punto de hacer creer que son indispensables, hoy todo apunta a que la humanidad no sea capaz de vivir sin teléfonos, sin internet, videojuegos.

En ese sentido, decir que la tecnología es dañina es hoy tan impopular como si alguien dijera hace treinta años que las gaseosas son veneno. Aun ahora mucho público se resiste a entender que las bebidas azucaradas son nocivas y las sigue consumiendo, debido a ese posicionamiento instalado en nuestras mentes, un sistema de creencias amparado en la costumbre. Pero cada vez hay más estudios y experiencias que demuestran que los videojuegos, cargados de imágenes violentas, ruidos ensordecedores y colores brillantes, afecta por partes iguales a la vista, el ánimo y la capacidad de concentración, realidades que la publicidad contiene diciendo que son indispensables para la educación del futuro.

Sin embargo, está comprobado también que un Cubo de Rubik -en las épocas de quienes andan por los cincuenta años de edad se le conocía popularmente como “cubo mágico”-, los rompecabezas o incluso el Sudoku o aquellas líneas punteadas que nos permitían formar figuras si las uníamos, con un simple lapicero desplazado sobre una hoja de papel, es decir juegos manuales, son mucho más beneficiosos que las maravillas de la tecnología, hiperrealistas y tridimensionales.

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EL DATO

  • “Los juguetes electrónicos que tienen luces o producen ruidos son muy eficaces a la hora de llamar la atención de los niños mediante la activación de su reflejo de orientación. Este reflejo primitivo obliga a la mente a concentrarse en nuevos estímulos visuales o auditivos”, explican los expertos.
  • Mientras jugaban con dispositivos electrónicos, los padres utilizaron menos giros conversacionales, produjeron un menor número de respuestas y emplearon menos palabras con contenido específico que cuando jugaban con libros o rompecabezas.
  • Según explican, las actividades digitales tienen un potencial enorme para hacer que el niño se involucre en ellas, pero es importante que el propio juego electrónico no lo deje ensimismado y aislado del entorno. “Los timbres y silbidos venden juguetes, pero también pueden restar valor al juego”.

Fuente: El Ciudadano.com

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