Estimados docentes: La alimentación humana, como tantas otras cosas asociadas a la humanidad, ha evolucionado gracias a los adelantos de la medicina, las ciencias naturales, la nutrición y la industrialización de prácticamente todo. El sistema económico también ha tenido su cuota de influencia en todo lo relacionado a lo que comemos. Productos modificados para resistir el paso del tiempo han ido alterando las reacciones metabólicas y generando problemas de salud pública como la hipertensión, la diabetes crónica en jovenes y niños, el sobrepeso.
Por si eso fuera poco, tenemos actualmente dos enemigos (ya no tan) nuevos con los que lidian cientos de miles de hombres y mujeres, dos enzimas presentes en algunos de los productos alimenticios de mayor consumo a nivel mundial, que producen serios malestares y dolencias que, en determinados casos, pueden ser extremadamente incómodas y peligrosas por las afecciones que ocasionan. Nos referimos a la lactosa y al gluten.
La intolerancia a la lactosa y la enfermedad celíaca son dos de los males estomacales más comunes en el mundo moderno. Desde siempre, hemos crecido en la creencia de que, para apuntalar nuestro crecimiento, consumir leche y pan en el desayuno era vital. Hoy, estos dos productos son el mismísimo demonio para aquellas personas cuyos organismos rechazan la lactosa y/o el gluten.
Para hacer el tema aun más interesante, las investigaciones de nutricionistas y médicos alrededor del mundo han demostrado cabalmente que el ser humano está naturalmente programado para rechazar estas enzimas, por lo que en potencia todos podríamos desarrollar distintos niveles de intolerancia a la lactosa y al gluten. Por ello, cada vez más aumentan las voces autorizadas científicamente que recomiendan abandonar el consumo de leche y harinas, así como sus derivados, en especial si ya existe un diagnóstico concreto de que dolencias gastrointestinales asociadas a estos productos.
La nueva educación tiene también, entre sus obligaciones, promover un reaprendizaje en todo lo relacionado a la alimentación, qué comer y qué no, incorporando los nuevos conocimientos y recomendaciones de quienes dedican su vida profesional a entender los procesos metabólicos. No es un camino fácil decirle al mundo que ya no necesita comprar leche. Y no por la dificultad de dejar de consumirla pues, finalmente, somos una especie preparada para la costumbre y la adaptación. El problema es que eso va en contra de negocios millonarios que venden y venden leche y sus derivados a nivel global. Y pasa lo mismo con las fuentes de gluten. ¿Se imaginan un mundo que no estimule el consumo de leche y pan?
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EL DATO
- ¿Sabías que la intolerancia al gluten y a la lactosa tienen cierta relación? Como lo lees. Esto se debe, grosso modo, a que afectan a la misma zona del intestino. En las próximas líneas te explicamos todo lo que necesitas saber sobre los vínculos que existen entre ambas patologías.
- Esta intolerancia puede tener un origen genético, deberse a causas primarias (personas que, conforme pasan los años, van teniendo menor capacidad para digerir la lactosa) o a secundarias (a consecuencia de otras enfermedades como infecciones, inflamaciones del intestino o celiaquía).
- Aunque en un primer momento esta patología afecta al intestino delgado (a la mucosa y a las vellosidades, más concretamente), luego puede dañar diferentes órganos o tejidos a causa de una deficiente absorción de los nutrientes.
Fuente: Nutira.es
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