Estimados docentes: Los conciertos son un producto de la cultura moderna, lo que muchos solemos llamar “cultura pop”. En siglos anteriores, las estrellas de la música -un concepto que, por cierto, no existía en esos tiempos a pesar de personalidades como Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791) o Franz Liszt (1811-1886)- no actuaban ante multitudes. Lo hacían frente a cortes y familias reales, nobles, políticos y élites. Incluso cuando se hacían recitales en anfiteatros o salas, eran eventos no muy grandes en términos de asistencia. Claro está, en el mundo de 1800 no había tanta gente como en el año 2024. Pero además de ello, la música en sí misma no era un negocio tan rentable como lo es actualmente.

Durante las décadas de los años sesenta y setenta algo pasó en la conciencia de los músicos populares más famosos de Occidente. Ante las muchedumbres que convocaban a sus conciertos, algo se encendió en sus sensibles espíritus y decidieron, de la mano de personajes como el guitarrista de los Beatles, George Harrison, primero; y del compositor y activista Bob Geldof -ya en los ochenta-, quienes donaron su talento, su tiempo y su poder de atracción para comprometer a los asistentes a conciertos para que se unan en la búsqueda de alcanzar un objetivo común: ayudar al que menos tiene.

Los problemas del mundo son tan grandes que, a pesar de las enormes cantidades de dinero que se suelen acopiar en los conciertos benéficos, no terminan. Apenas sirve lo recaudado para un apoyo simbólico, temporal y extremadamente mínimo. Los músicos y cantantes, como los deportistas de élite y los actores/actrices de Hollywood, suelen ganar cantidades de dinero gigantescas. Sin embargo, los negocios y sus dueños superan largamente esos ingresos y aun así, más allá de uno o dos actos altruistas, el esquema económico no permite una distribución más equitativa de esa riqueza que se genera en varios países y que nunca llega a los más pobres. Es una paradoja que no tiene cuando terminar. Aun así, siempre es bueno, positivo, que se den esta clase de movimientos artísticos puesto que promueven la solidaridad, la sensibilidad, la compasión, emociones que están dejadas de lado en la actualidad.  

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EL DATO

  • Acudir a un concierto supone también un desembolso económico que afecta a nuestro bolsillo, pero que también puede aportar mucho a la sociedad. Y nos referimos, claro, a los conciertos o festivales benéficos.
  • La responsabilidad que han adquirido las grandes estrellas del rock hacia estas causas ha atraído a sus miles de fans hacia un acto de solidaridad que ha sobrepasado en ocasiones las expectativas.
  • Live Aid fue el más famoso de todos, un festival musical histórico que surgió de la mano de Bob Geldof con el objetivo de recaudar fondos para combatir la hambruna en el continente africano. Se celebró el 13 de julio de 1985.

Fuente: AUARA.org

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