Estimados docentes: Conocer las emociones, entrenar la memoria y desarrollar empatía son algunas de las cosas que podemos refinar aplicando los nuevos conocimientos y aportes que ofrece la neurociencia, el estudio científico del cerebro, una actividad de investigación que, como los adelantos tecnológicos –y de la mano con ellos- no deja de evolucionar e incrementar su volumen de hallazgos, los cuales están demostrando ser de gran utilidad para la mejora del proceso de enseñanza y aprendizaje.

Elementos y sentimientos como el buen estado de ánimo, la alegría, el poder curativo de la sonrisa, el efecto espejo, la calma en ambientes adecuados, la relajación y reducción de estrés, pertenecen al campo del conocimiento de las emociones, que conectan directamente con la concentración, la predisposición a aprender y la actitud positiva frente al hecho de estudiar.

Por su parte, el uso de la memoria bien aplicada deja de ser esa característica que, en el modelo tradicional de la educación, era vista como un obstáculo en lugar de un motor del proceso cognitivo. “No al memorismo” era la consigna antigua, que contraponía el hecho de memorizar datos a reflexionar sobre ellos. Hoy, la neurociencia nos descubre el maravilloso mundo de la memoria y cómo esa base de datos de recuerdos conectados a emociones puede resultar un instrumento de gran valor para un aprendizaje sólido, que no se desvanecerá nunca.

El cerebro es capaz de verdaderas proezas en cuanto al almacenamiento de información, objetiva y subjetiva, relacionada a vivencias, sensaciones, reacciones y sentimientos. Todo ello en conjunto con una guía adecuada del maestro y los padres, permite un proceso educativo de óptimos resultados. Este conocimiento también permite a docentes y autoridades de gestión educativa la correcta dosificación de materiales según el avance de los alumnos, sus habilidades y competencias individuales, una visión que antes no era posible en el esquema memorístico separado del universo afectivo del alumnado.

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EL DATO

  • La memoria es el proceso para retener y almacenar información para evocar, posteriormente, un recuerdo. Entre que recibimos la información y la almacenamos se sitúa un período de consolidación, que dura aproximadamente 12 horas, que se ha demostrado que puede entorpecer o mejorar el proceso de aprendizaje: fijar o eliminar la memoria de ese recuerdo.
  • Si en ese periodo de tiempo pasa algo fuera de tu rutina, una sorpresa, el recuerdo que está inmediatamente antes y después perdura en el tiempo.
  • Muchos profesores no han estado en contacto directo con los postulados de la neurociencia y, sin embargo, es una disciplina que hace aportaciones claves para la mejora del proceso de aprendizaje. Conocer que regiones del cerebro y qué funciones se activan con según qué estímulos permite gestionar mejor el impacto que tendrán tus enseñanzas.

Fuente: Building Talent- Educación y Cultura

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