Estimados docentes: Uno de los términos y comportamientos que más confusión ha causado en el desarrollo integral de la sociedad y las relaciones humanas es “la ambición”. Tradicionalmente asociada a la codicia y el desenfrenado e incontrolable afán por conseguir todo para uno mismo, en las últimas décadas el auge de las sociedades empresariales dirigidas por el poder del dinero y la acumulación hizo que ser ambicioso adquiriera una connotación positiva, una cualidad necesaria para conseguir el éxito.

De un momento a otro, la capacidad de ser ambicioso en la vida se convirtió en algo positivo. Y, aunque en ciertos aspectos muy puntuales sí lo es, nunca se desarrolló un filtro capaz de separar aquellas situaciones en las cuales era bueno o malo tener una ambición tan fuerte como para buscar solo conseguir tus objetivos, aun cuando para ello tuvieras que pasar por encima de los objetivos de los demás. Así, en nombre de esa ambición aceptada se han venido cometiendo una serie de sutiles actos injustos que hoy, tras décadas de imprecisión para establecer límites, resulta muy difícil volver sobre nuestros pasos y tratar de ordenar los conceptos de las masas.

De hecho, en ámbitos de la creación artística, se considera “ambiciosa” a una propuesta musical, cinematográfica, pictórica, dancística, etc., que rompe esquemas, que va contra lo convencional y no sigue reglas. Y no hay dudas de que esté bien aplicado el concepto. El problema llega cuando esa ambición llega a temas socioeconómicos, de búsqueda ascenso o mejora de estatus. Porque cuando la ambición es desmedida en estos temas, surgen conductas que están decididamente al margen de la ley como buscar atajos para no cumplir ciertas normas, cometer delitos como la estafa o el crimen, la mentira institucionalizada, etc. Si una persona desarrolla ese tipo de ambición por la fama, el dinero o la “posición social”, el camino a convertirse en un individuo sin escrúpulos se acorta peligrosamente, alterando la vida social y la salud mental de manera irreversible.

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EL DATO

  • La ambición es saludable y positiva cuando desarrolla proyectos y funciona como un motor que invita a mejorar, crecer o progresar, es decir, a abandonar el conformismo y la mediocridad, y trabajar la fuerza de voluntad.
  • La ambición desmedida también es sinónimo de negativa cuando para quien se mueve por la ambición «el fin justifica los medios», y no tiene en cuenta los daños que pueda producir con su actitud a otras personas, o no existe una valoración adecuada entre el esfuerzo invertido y la meta que se obtiene a cambio.
  • Ambición también es el deseo ardiente de poseer riquezas, fama, poder, honores… Sin embargo, desde el punto de vista ético debe existir un límite para que dicha ambición no se convierta en algo dañino o peligroso.

Fuente: Hacer Familia.com

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