Estimados docentes: Una de las características de cualquier ciudad moderna y civilizada es la capacidad de sus autoridades para garantizar que las personas, locales y visitantes, puedan transitar sin sentirse amenazadas por potenciales problemas de delincuencia. Si bien es cierto no hay ninguna urbe que esté 100% libre de este tipo de situaciones, en muchas capitales existe la sensación de que las cosas están relativamente controladas y que, de producirse algún hecho lamentable, los agentes encargados del orden público y los sistemas de justicia se activarán de inmediato para tratar de prevenir, corregir y solucionar esta clase de atropellos.
En el mundo actual, que se enorgullece de ser moderno, tecnológico y orientado a resultados eficientes, tener calles inseguras a toda hora ubica a cualquier ciudad un paso más cerca de la barbarie que del adelanto social. No solo por el hecho mismo de poder ser asaltado, extorsionado o incluso asesinado de la nada por delincuentes comunes, sino porque ello revela un entramado de desorganización y corrupción que impide, por ejemplo, una acción policial confiable o un sistema legal que asegure sanciones a los infractores.
A menudo vemos cómo, sin importar las evidencias -testigos presenciales, víctimas y sus familiares, registros en video-, toda clase de crímenes quedan sin castigo y se producen a diario, generando un ambiente de inseguridad que produce temor, desconfianza y hartazgo. El peor efecto de esa desatención a este derecho fundamental es que las nuevas generaciones van normalizando esta distorsionada forma de vivir, al punto de llegar a resignarse porque «así son las cosas».
Desde las aulas, más allá de recordar en cada clase la importancia que tiene reconocer la seguridad ciudadana como un derecho al que todos debemos aspirar para bienestar nuestro y de nuestras familias, es poco lo que podemos hacer de manera concreta pues, muchas veces, profesores y alumnos somos también víctimas de la delincuencia y la inacción de quienes tienen la obligación de protegernos. Solo esa noción clara de lo que significa tener derecho a caminar y trabajar sin que el acecho criminal nos espere a la vuelta de una esquina es lo que nos permitirá mantener viva nuestra dignidad frente a quienes creen que todo anda sobre ruedas y que nadie debe indignarse después de ver las noticias cada mañana.
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EL DATO
- La seguridad ciudadana es el proceso de establecer, fortalecer y proteger el orden civil democrático, eliminando las amenazas de violencia en la población y permitiendo una coexistencia segura y pacífica.
- La seguridad ciudadana no trata simplemente de la reducción de los delitos sino de una estrategia exhaustiva y multifacética para mejorar la calidad de vida de la población, de una acción comunitaria para prevenir la criminalidad, del acceso a un sistema de justicia eficaz, y de una educación que esté basada en los valores, el respeto por la ley y la tolerancia.
- Este enfoque multifacético ayuda a los países a incorporar las medidas de prevención de la violencia y de control de la criminalidad, a ocuparse de una amplia gama de problemas como la falta de cohesión social, la impunidad, el tráfico de drogas, la proliferación de armas ilegales, el tráfico de seres humanos y la migración.
Fuente: UNDP.org
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