Estimados docentes: Aunque los nuevos ideólogos de lo estético digan lo contrario, el buen gusto sí existe. Y es necesario formarlo si no queremos contribuir a la profunda relativización de prácticamente todo que hoy campea en nuestras sociedades. Lamentablemente, como el uso del plástico y de las redes sociales, el mal gusto se ha extendido como una deformación de la no discriminación y el criterio abierto para actividades como, por ejemplo, la música, la comida, la etiqueta o los hábitos de vestimenta.

En filosofía existe lo que se conoce como la teoría del buen gusto y la estética, en la que se entrecruzan temas como la belleza, la armonía, la organización y, en un segundo nivel, la educación, la calidad, la pertenencia a círculos específicos de poder económico o social. En el caso de los patrones de belleza, por poner solo un ejemplo cotidiano, tener buen o mal gusto no solo se asocia al atractivo físico de un hombre o una mujer sino que, en paralelo, se ejerce discriminación hacia aquellos individuos que no encajen en esos modelos preestablecidos, de un tiempo a esta parte, por la publicidad y el marketing.

En cuanto al comportamiento social, tener buen gusto viene también con su cuota de confusión. ¿Es de buen gusto reírse a carcajadas en un velorio? ¿es de buen gusto o de mal gusto eructar después de comer, en un país latinoamericano? Y cuando se trata de apreciaciones artísticas, otros debates se abren entre los que piensan que escuchar a Mozart, a Héctor Lavoe o a Pink Floyd es sinónimo de tener buen gusto musical mientras que escuchar a Romeo Santos, Bad Bunny o música lounge no lo es. La evolución social de los gustos ha cambiado drásticamente y se trata de un tema extremadamente subjetivo, pero lo cierto es que el buen gusto sí puede enseñarse.

Apreciar las obras clásicas de la arquitectura, de la literatura, de la música o del cine educa el buen gusto. Y eso se puede trasladar a otras áreas del conocimiento y la vida diaria. Si las nuevas generaciones de mujeres adolescentes son expuestas a modelos masculinos en los que prime el respeto, el cuidado personal, el trato amable, en el futuro sabrán que no deben guiarse por aspectos físicos determinados -color de piel, tipo de pelo, estatura- y en el caso de los adolescentes varones, si son expuestos a la belleza femenina elegante, emocionante por su sutileza y atractivo natural, quizás en el futuro dejen de cosificar a sus compañeras y recuperen aquella sensibilidad que nuestras generaciones sí conocieron.

EL LINK

http://www.ugr.es/~inveliteraria/PDF/Buen%20Gusto.pdf

EL DATO

  • En general, cabría decir que, para muchas personas, el buen gusto es una cualidad que va ligada a las buenas formas de conducta, a la educación, el orden, la mesura y la armonía.
  • “El gusto se ha constituido como uno de los conceptos estéticos más problemáticos desde la Ilustración hasta nuestros días”, advierte Carlos Fajardo, filósofo, poeta y profesor de Estética y Literatura en la Universidad Distrital Francisco José de Caldas de Bogotá (Colombia).
  • El concepto de buen gusto tenía que ver con la sensibilidad de los grandes burgueses por el arte de élite, por una forma de vestir, de comer, de diseñar su hogar; pero con las industrias culturales de finales del siglo XIX y el XX, se habló de democratizar el arte y se impulsó un arte de masas.

Fuente: La Vanguardia.com

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