Estimados docentes: Hace unas semanas publicamos, en esta sección de aprendizajes indispensables, un post sobre la honestidad, valor que está más que ausente en el actual mundo adulto, como podemos ver con facilidad cada vez que revisamos las secciones de noticias políticas en diarios, noticieros o páginas web. Los políticos casi en su totalidadlos empresarios ligados a círculos de poder y las diversas formas de criminalidad existentes hoy en día son una muestra palpable e innegable de esta crisis de honestidad.

El valor del cual nos ocupamos hoy está íntimamente ligado a aquel primero. Y, más allá de sumergirnos en discusiones filosóficas acerca de qué actitud contiene a la otra, la sinceridad y la honestidad van de la mano en su concepción y desarrollo durante nuestra vida cotidiana. ¿Se puede ser deshonesto y ser sincero a la vez? Parece una pregunta absurda pero tiene algo de sentido. Si uno roba y luego, al ser inquirido al respecto, miente, está siendo deshonesto (por robar) e insincero (por decir que no lo hizo). Pero si, después de robar, dices abiertamente que lo hiciste, ¿estás siendo sincero?

Corresponde decir que, en el mundo moderno, aprender a ser sincero desde la más temprana edad pavimenta mejor el camino para una potencial vida honesta, pero ciertamente no lo garantiza al 100%. A veces, no decir la verdad por motivos sensibles -para no hacer daño a otras personas, o para solucionar un problema- es decir, decir una de aquellas famosas “mentiras blancas”- puede ser, en determinadas y muy diversas ocasiones, también una muestra de honestidad. La relativización de esta clase de conceptos tiene que ver con la complejidad de la vida misma, que se hace más difícil cuando crecemos.

Por eso, aprender a ser sinceros, si ocurre durante la edad escolar, hace que esa relativización no nos desenfoque y logremos el balance necesario para entender cuándo realmente una mentira es tolerable y no necesariamente porque nos convenga a nosotros -que es lo que se practica normalmente- sino porque involucra una causa mayor. La vida en sociedad, la cortesía, la diplomacia, la formalidad, muchas veces, impone modelos conductuales que incluyen a la impostura, la apariencia, como uno de sus elementos más importantes. En esos casos, ser absolutamente sinceros puede ser, en lugar de beneficios, contraproducente. Lo importante es saber reconocer esas situaciones para que ello no se convierta en un pretexto para dejar de lado la sinceridad cada vez que ello nos permita evadir responsabilidades.

EL LINK

http://www.elportaldelhombre.com/valores/sinceridad/item/981-sinceridad-el-valor-de-la-convivencia

EL DATO

  • Fomentar la sinceridad y tener una buena comunicación, tanto con las familias como con los docentes, ayuda al alumnado a desarrollar una autoestima fuerte, buenas relaciones con los demás y una personalidad saludable.
  • Es muy importante que la familia proporcione un clima afectivo, de seguridad, aceptación y confianza donde el niño puede ser él mismo sin miedo a ser rechazado por no cumplir las expectativas de los padres.
  • Responder con sinceridad a sus preguntas, sin evasivas, aunque estén relacionadas con temas que los adultos quizá quieren evitar, como la sexualidad. Ocultar la verdad impide que se estimule la sinceridad.

Fuente: Educación 3.0.com

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