Estimados docentes: En estos tiempos de exhibicionismo normalizado en redes sociales -que van desde padres jóvenes mostrando las etapas de crecimiento de sus hijos hasta “estrellas” de farándula entregadas al dinero fácil de la industria pornográfica, hablar de pudor puede sonar anacrónico y poco importante. Sin embargo, si queremos recuperarnos como humanidad de estos atropellos generados por una idea perversa de la libertad, necesitamos volver la mirada a la necesidad de mantener la intimidad a buen recaudo.

Dicho esto, vale la pena aclarar que esta pérdida del valor de lo íntimo o lo púdico -en oposición a lo impúdico que, en varios sistemas legales es incluso un delito- no es un fenómeno reciente. Desde que comenzó a convertirse en mercancía, la noción de intimidad fue degradándose de manera paulatina, hace más de seis décadas, si hablamos de cultura popular (cine, televisión). Combinando de manera malintencionada conceptos del arte erótico -que existe desde la antigüedad, en contextos muy diferentes al moderno- con las pulsiones primarias de una sociedad de consumo en crecimiento, para dar inicio a una escalada comercial que incluyó esos dos medios masivos de comunicación e incorporó a otros como las revistas, la publicidad, el comic y un amplísimo etcétera.

Sin embargo, lo que ocurrió con las redes sociales fue algo más intensivo y desmedido. Hoy por hoy, la idea de lo íntimo prácticamente no existe. Y esa realidad es generadora directa de una serie de vicios sociales y crímenes -acoso físico y abusos sexuales, comercio y trata de personas, discriminación, secuestros y violaciones de todo tipo, explotación de las imágenes, con o sin autorización de personas adultas y menores de edad.

La pérdida del pudor, no desde un punto de vista religioso sino simple y llanamente desde la óptica de que toda persona necesita y merece mantener su intimidad personal y familiar para sí, sin que nadie sienta que es normal tener acceso a ella, ha llegado a un límite de peligrosidad que no hacerle oposición nos convierte en cómplices de esa degradación. Las nuevas generaciones no pueden seguir creciendo con la idea de que es normal. Y los docentes estamos aquí para iniciar ese camino de regreso a la normalidad. No a la represión de quien desee hacer tal o cual cosa con su vida y su imagen. Sino a la posibilidad de que eso sea una elección y que cuestionarlo no sea percibido o descalificado como un pensamiento retrógrado o censor. Una cosa es la libertad y otra, el libertinaje, ¿les suena esa frase?

EL LINK

https://www.joveneshoy.org/130/783/que-es-el-pudor-y-en-que-se-diferencia-de-la-vergenza

EL DATO

  • Los expertos insisten en que el concepto de lo privado, de lo íntimo, se ha ido transformando. Se trata de un fenómeno prácticamente universal entre los más jóvenes, tan extendido como el uso de determinadas herramientas de la red.
  • Hasta ahora, explica Dans, “se ha valorado la privacidad, la posibilidad de perderla nos resulta incómoda. Para nuestros hijos, no existe. Es más, tiene una connotación negativa. No mostrarte en internet resulta sospechoso:’¿Por qué no estará en internet?’, se preguntan.
  • Según los expertos, estos jóvenes tienen un concepto de la intimidad completamente distinto al de generaciones anteriores. Los nativos digitales crecen en “la aceptación de la pérdida de anonimato e intimidad, que a nosotros nos parece esencial, quizá por eso se muestran sin pudor en las redes sociales”.

Fuente: La Vanguardia.com

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