Estimados docentes: Prácticamente desde su aparición y, en paralelo a las noticias que alababan sus espectaculares capacidades, la inteligencia artificial viene enfrentando serios y fundamentados cuestionamientos relacionados a sus riesgos y consecuencias negativas.

Tanto en el uso que se les da en asuntos educativos, culturales o de entretenimiento -creación de imágenes “divertidas” que terminan afectando el derecho de las personas a la privacidad- como en problemas de índole delincuencial -estafas virtuales, clonación de rostros y voces, alteración de fotografías personales con fines perversos- estas aplicaciones necesitan contar con limitaciones -legales, morales, éticas- para que su existencia sea aprovechada en sus extremos positivos minimizando las malas prácticas que, curiosamente, son las que más atraen a miles de usuarios alrededor del mundo.

En ese sentido, nosotros los maestros tenemos que establecer protocolos de uso y manejo de la inteligencia artificial, primero entre nosotros mismos, dejando claro que no se trata de reemplazar nuestro rol como educadores con softwares, aparatos o aplicaciones; sino que estas herramientas de la modernidad sirven para complementar nuestra labor docente y también que las redes sociales e inteligencias artificiales no controlen nuestra vida personal y social, estimulando a nuestros entornos y entre nuestros alumnos la interacción con personas reales, la conversación, la lectura y la creación de lazos afectivos que vayan más allá de una pantalla o un sistema de mensajería instantánea.

EL LINK

EL DATO

  • Existe hoy un llamado a la acción urgente para abordar los riesgos implícitos en el uso de la inteligencia artificial frente a la privacidad y la ética. En el contexto educativo, estos riesgos son igualmente relevantes y deben ser considerados para garantizar que los datos de los estudiantes y maestros se manejen de manera responsable.
  • Uno de los principales riesgos de la IA en la educación es el riesgo ético del sesgo algorítmico, que puede llevar a decisiones injustas o discriminatorias basadas en datos. Por ejemplo, si los algoritmos utilizados para seleccionar a los estudiantes para un programa de estudio tienen en cuenta características personales no relacionadas con las habilidades y competencias necesarias para ese programa, podrían estar discriminando a ciertos grupos de estudiantes.
  • Los padres de familia son una pieza clave en este escenario y tienen derecho a saber qué información se está recopilando sobre sus hijos y sobre ellos como familia. Los padres y estudiantes tienen derecho a conocer cómo se está utilizando la información para mejorar el aprendizaje de los estudiantes.

Fuente: Blog Linc (Educación y Tecnología)

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