Estimados docentes: Cada vez que vamos nosotros, o nuestros alumnos/hijos, al mercado, las vemos. Duras bolsas de plástico de distintos colores y resistencias, que las señoras de cada puesto rápidamente entregan con las compras realizadas y que, muchas veces, son desechadas sin reflexionar acerca del daño que le estamos haciendo al medio ambiente al combinarlas con los desechos orgánicos. Aunque algunos supermercados y establecimientos comerciales ya están usando bolsas biodegradables o de papel, su alto costo las hace inalcanzables para los mercados populares.

En ese sentido, es bueno informarnos sobre las formas en que podemos ir reutilizando estas bolsas, en el caso que no tengamos ninguna otra opción para trasladar los productos que adquirimos (antiguamente se usaban las canastas y hoy las bolsas de tela, pero es un hábito de difícil adaptación a la rapidez y practicidad que exige a veces la vida moderna). Algo que podemos hacer para reciclar estas bolsas de plástico cuando ya no van a usarse es en la elaboración de ecoladrillos (ver nota).

Usar bolsas de plástico es un hábito que tenemos todos instalado en nuestro cerebro como normal. Han pasado varias décadas desde que el plástico llegó a la vida y consumo humano diario y, poco a poco, se hizo indispensable. El filósofo y escritor español José Ortega y Gasset (1883-1955) decía que cada cosa nueva llega para reemplazar algo que funciona mal pero, con el tiempo, se convertirá en sí misma en un problema y, eventualmente, será reemplazada por alguna otra novedad. A la luz de las investigaciones y comprobaciones dramáticas de contaminación y animales que mueren por consumo de residuos plásticos, este ciclo parece haberse cumplido con este producto que utilizamos, de manera masiva e irreflexiva, diariamente.

Las bolsas de plástico tardan, como se ha dicho en múltiples ocasiones, siglos en degradarse, creando una fuente de contaminación que afecta al ecosistema en diversas formas. Desde que las especies marinas terminan ingiriendo estas bolsas de material tóxico hasta que las partículas de plástico llegan a nuestras mesas como parte del agua de mar o las reacciones de alimentos y bebidas que vienen embotelladas en plástico. Todas estas distorsiones han llegado al punto de que existan verdaderas islas de residuos plásticos acumulados en diversas zonas del mundo, amenazando el ciclo vital de animales como tortugas, ballenas y diversos tipos de aves.

EL LINK

EL DATO

  • Las bolsas de plástico –por ejemplo, las que se usan en supermercados y tiendas de conveniencia- están hechas de polietileno de alta densidad #2 o polietileno de baja densidad #4, que se pueden reciclar. Sin embargo, su procesamiento no es tan sencillo, por lo que muchas veces las plantas de reciclaje no las aceptan.
  • Tirar las bolsas de plástico a la basura es la peor opción que existe. Generalmente terminan en vertederos que, de forma directa o indirecta, llegan al mar, lo que provoca, además de un lamentable incremento a los desechos que se encuentran flotando en el océano, daños a prácticamente todas las formas de vida marina.
  • Incluso, donarlas a los comercios de tu vecindario resulta una buena acción si lo que se busca es extender su vida útil y evitar que lleguen al mar y terminen de manera trágica en el estómago de alguna tortuga que, hambrienta, las confunda con medusas.

Fuente: Reciclar Electrónicos.com

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