Estimados docentes: Compra celulares, perfumes carísimos, viajes y automóviles por Navidad. Hoy, hasta los intercambios de regalos tienen “precios base”, como proponiendo que solo las cosas que tengan un determinado valor monetario califican de buen detalle con un amigo o compañero de trabajo. En las calles, centros comerciales y mercados populares, en estos días previos a la Navidad, parece haberse instalado una locura colectiva por ver quién compra más.

Esta vocación por el consumo en Navidad también se nota, desde luego, en los hábitos de compra de productos alimenticios. Las familias y oficinas compiten por tener la mesa más llena, con los preparados más estrambóticos que, al final, pocos comen o disfrutan. Los adornos para la casa, antes percibidos como un momento de unión y diversión familiar, son también un despliegue exagerado de tamaños enormes, conexiones enredadas y costos sobregirados, abonando al desorden y el descontrol. No hay peor época para el tráfico en cualquier ciudad del mundo que la Navidad. Y no es porque las personas estén desesperadas por saludar a sus seres queridos y darles un abrazo. Es para llegar a las tiendas, evitar las colas, llegar antes que los demás.

¿Conocemos el equilibrio entre la vivencia espiritual de estas fechas -la celebración del nacimiento de Jesucristo- y la voluntad de ofrecer un bonito regalo, una buena comida -saludable y adecuada- y una casa con luces de colores? ¿Podríamos celebrar la Navidad con luces blancas en la sala, una cena como la de cualquier día, sin el estrés de tener que regalar cosas? En teoría sí podríamos. Pero la tradición moderna nos obliga a cumplir con estos rituales no tan ligados a lo religioso, pero más orientados a las ventas.

Otro aspecto a destacar en estas nuevas Navidades, en que las tarjetas de crédito son más importantes que las tarjetas de saludo, es que la Navidad en sí misma -su sentido, sus símbolos, sus bases- ya no genera tanta expectativa en los más pequeños, acostumbrados a recibir regalos y consumir de todo, todo el año. Actualmente, con tantas celebraciones a la mano y con tantas distracciones diarias a las que acceden a través de sus teléfonos y redes sociales, ¿qué de sorpresa tiene la Navidad para las nuevas generaciones?

¿Será que, ahora sí, el espíritu navideño se ha perdido? Ustedes, ¿qué opinan?

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EL DATO

  • La Navidad es una época del año en la que se fomenta el consumismo, una tendencia que nos empuja a comprar más y más, incluso cosas que no necesitamos.
  • Pero, además, el consumismo tiene otras consecuencias a nivel global: pone en peligro los recursos naturales de nuestro planeta. El consumo a gran escala y los residuos que genera son factores que aceleran el deterioro del planeta.
  • Durante las compras navideñas es muy común gastar bolsas de este material que se utilizan durante apenas unos minutos para transportar productos de un lugar a otro.

Fuente: La Vanguardia.com

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